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Si le preguntamos a Carl, como la voz del movimiento slow, cómo fue que él decidió que algo tenía que cambiar en su vida, nos cuenta que tocó fondo.
Nos cuenta primero que, a muchas personas hoy en día, contagiadas por "el virus de la prisa", les llega una "conmoción del sistema", una llamada de atención que, en ocasiones, puede ser un problema de salud: su cuerpo dice "no aguanto más".
El momento de epifanía de Carl llegó cuando, a la hora de leerle cuentos a su hijo lo hacía con prisa (en sus cuentos, su versión de Blancanieves solo tenía 3 enanitos) e incluso estuvo a punto de comprar un libro titulado: "Cuentos para dormir en un minuto". Y ahí, se dio cuenta:
Estaba corriendo por su vida en lugar de vivirla. "Tengo que cambiar, cambiar de rumbo, cambiar de chip y cambiar mi vida".
Lo primero que nos aclara Carl es que la filosofía slow no significa tener que hacerlo todo a paso de tortuga. A él le gusta la velocidad, nos confiesa. Y muchas veces, es verdad, rápido es mejor. Pero no siempre.
La filosofía slow va más allá de la lentitud. Se trata de hacer las cosas a la velocidad adecuada, al ritmo y tiempo justo. Algunas veces será rápido y otras, en cambio, más despacio.
En el fondo, se trata de una mentalidad, de un estado de ánimo. Significa estar presentes y priorizar calidad antes que cantidad. Significa hacer una sola cosa a la vez, no hacerlo todo lo más rápido posible, sino lo mejor posible.
Esta es una idea sencilla, nos cuenta Carl, pero inmensamente poderosa. Ya que, si llegas a cada momento tratando de vivirlo más plenamente, dándole toda tu energía y centrando toda tu atención, tu tiempo, tus ganas y tu cariño, lo vas a hacer mucho mejor, lo vas a disfrutar a tope.
Además, el movimiento slow puede aplicarse a todos los ámbitos de la vida (la educación, el seño, el trabajo... y el marketing).
Una de las cosas más vertiginosas que están a nuestro alrededor son las redes sociales. Para Carl, según nos cuenta, no son malas ni buenas y nos asegura que a él le gustan mucho. Pero que es importante ser conscientes del uso que les damos:
En este punto, Carl nos habla de la historia de un emprendedor que trabajaba más de 180 horas a la semana. Este emprendedor le contó a Carl que hubo un punto en el que iba a enloquecer: tuvo varios problemas de salud, casi se divorcia, errores en el trabajo, problemas con los clientes... Todo porque no lograba desconectar de las redes, del e-mail y de la tecnología en general.
En un momento dado, le dijo a Carl que tenía que hacer algo drástico para salir del pozo y decidió, cada vez que se iba de vacaciones, usar una respuesta automática. Y cada vez que alguien le escribía a su e-mail, saltaba un correo de respuesta:
"Muchas gracias por su mail, pero estoy de vacaciones y no vuelvo hasta el martes, pero cuando vuelva le contesto enseguida. Si su mensaje es urgente y lo necesita antes de que vuelva, por favor vuelva a escribirme mandándome el mismo mail, pero a otra dirección”.
La otra dirección recibía el nombre de: arruinamisvacaciones@gmail.com
Todo cambió a partir de ahí, porque reaprendió a poner límites de velocidad en la "autopista informática".
Carl nos cuenta que como este emprendedor, muchos otros emprendedores han aprendido que la idea de que para tener éxito solo es posible ir a velocidad turbo, es la mentira más venenosa, más tóxica y absurda del mundo.
Porque al final, todos necesitamos momentos para reconectar, para recargar las pilas, para reflexionar, para salir de la reacción y pasar a la reflexión.
Carl nos cuenta que esta idea está muy arraigada en la cultura, sobre todo en la occidental. Cree que las raíces se encuentran en la época de la Revolución Industrial, con el famoso dicho de “el tiempo es oro”, que salió de la boca de Benjamin Frnaklin hace 250 años. Y ha sido una frase que ha ido definiéndolo todo: nuestro enfoque, no sólo en el trabajo sino en la cama, con nuestros hijos…
Tenemos la idea errónea de que la productividad va de la mano con la rapidez y no es así. La productividad va de la mano con esa idea “slow”: la velocidad correcta.
Por otro lado, también hemos heredado también la cultura victoriana con respecto al reloj. En esa época del siglo XIX la mejor manera de controlar a los empleados era sacándole controlando y midiendo su tiempo: el trabajador llegaba a la oficina, marcaba la hora de llegada, la hora de salida…
En el trabajo de hoy, tienes que ser rápido con mucha frecuencia, pero no siempre, y esa es la clave.
Carl aconseja la sencilla acción de caminar, de salir dar una vuelta. Es algo que hemos hecho los humanos desde el principio de todo. Caminar sin distracciones, sin propósito, sin contar los pasos, simplemente caminar por el placer de caminar.
Para Carl es el acto de lentitud por excelencia. Todos tenemos un ritmo propio, un tiempo justo de caminar y lo sabemos en seguida cuando no lo estamos respetando. Es una forma de resetear tu reloj interno.
Además, te abre, ilumina y enciende tus sentidos, te hace reconectar con el ambiente, con tu barrio, con la naturaleza, y te hace reconectar contigo mismo porque te da esa posibilidad de mirar hacia dentro y de reflexionar.
Por eso todos los grandes filósofos siempre han dicho que una buena caminata es el gran trampolín hacia la creatividad y las grandes ideas. Sobre todo, en este momento de pandemia, donde nos han quitado tantas posibilidades de actividades y de ocio, todavía nos queda el acto de caminar.
¡Aprovéchalo!
Espero que esta entrevista tan especial con Carl te haya gustado tanto como a mí, y sobre todo, que la hayas disfrutado.
Como cuento en el Podcast, Elogio de la lentitud y el movimiento slow inspiraron, en gran parte, lo que es Comunicazen y mi misión en el mundo del marketing. Ojalá también te pueda ayudar a ti a encontrar un camino más consciente :)
Aquí te dejo algunos enlaces donde puedes saber más sobre Carl: